miércoles, 9 de junio de 2010

tres

De cómo supo que estaba casado


Aquella habitación no era como la que podría tener cualquier chica de su edad. Tenía una pared repleta de polaroids. En algunas salía ella, la mayoría eran fotografías artísticas. En otra pared había una especie de tendedero de ropa, con sus pinzas y todo. Colgando estaban una foto, una braguita (la misma que salía en la foto), otra foto, otra braguita (la misma que salía en esa otra foto) y así sucesivamente. Uno de los frontales era color vino tinto. El resto blanco. Era una habitación muy original, llena de detalles y con muy buen gusto. Su cama era algo más grande que la típica individual.

- ¿Puedo fumar aquí?
- Por regla general no. Pero después de echar un polvo sí, así que adelante.

Encendí un cigarro mientras no paraba de mirarla. Estaba sentada encima de su escritorio. Completamente desnuda, con las uñas rojas y millones de lunares por todo el cuerpo. Sólo les pude echar un vistazo rápido. Me los hubiera comido uno a uno en ese mismo momento pero preferí dejarlo para más adelante e ir memorizándolos lentamente.

- Eres tan pequeña...
- Y tú la tienes tan grande...

Solté una carcajada.

- ¿Cómo puedes soltarme algo así?
- ¿Y por qué no?
- Julia... te sonará raro que te diga esto. Sobre todo porque es más que probable que esto haya sido algo esporádico y punto. Pero tengo que decírtelo. Tengo una compañera en la vida desde hace quince años y soy su marido desde hace diez.

Hubo otro de esos silencios que cuentan tantas cosas.

- Es curioso. En lugar de decir "es mi mujer desde hace diez años" me has dicho que eres su marido. Sí, curioso... Pero ya lo sabía. Desprendes signos de atadura por cada esquina de tu cuerpo. Pero puedes estar tranquilo. Soy muy buena guardando secretos. Casi tanto como chupándola.
- Entonces debes ser una tumba...

Se bajó del escritorio y caminó hacia mí moviéndose como una auténtica gata. Apoyó sus manos en mis rodillas y dejó que el pelo le tapara parte de la cara. Puso sus labios en mi frente sin llegar a besarme. Fue bajando lentamente hasta mi boca para hablarme en la distancia más corta que pueden estar dos personas.

- No quiero que esta sea la única vez que me folles, Roberto. Lo vas a hacer más veces. Todas cuantas queramos. Mientras estés conmigo, el resto del mundo se ausenta. Incluso tu mujer.

Mientras pronunciaba esas últimas palabras, cogió mi mano y mis dedos se convirtieron en mi polla. No paró hasta que lo que tenía dentro empezó a chorrear por mi brazo.

1 comentarios:

M.

Pues he de decir que me encanta. Todo. Tanto tus fotografías como tus textos. Es más, me lo he visto y leído entero entre ayer y hoy. Tienes una forma de escribir que engancha.
Y desde mi punto de vista, un trabajo envidiable ;)
Un beso.

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